7 diferencias clave entre el café y las bebidas energéticas

El consumo de estimulantes es una práctica cada vez más común, tanto en estudiantes como en profesionales que buscan mantenerse despiertos o incrementar su rendimiento durante largas jornadas. Entre las opciones más populares se encuentran el café y las bebidas energéticas, dos productos que, aunque comparten el objetivo de aportar vitalidad, presentan características muy distintas en su composición, efectos y riesgos para la salud.

Nos hemos orientado sacando la información de MalagaHoy, medio en el que se han abordado comparativas entre ambos productos y sus implicaciones en la vida cotidiana. Con ello se puede trazar un análisis más claro que ayuda a entender cómo impactan en el organismo y por qué conviene conocer sus diferencias antes de elegir entre una taza de café o una lata de bebida energética.

1. Origen y composición

El café es una bebida natural que se obtiene a partir de granos tostados de la planta del cafeto. Su principal componente activo es la cafeína, aunque también contiene antioxidantes y nutrientes como potasio, magnesio y vitaminas del grupo B. Por el contrario, las bebidas energéticas son productos industriales elaborados con una mezcla de cafeína sintética, azúcar, taurina, ginseng, guaraná y otros aditivos. Esto les otorga un perfil mucho más artificial y con una combinación de estimulantes que no siempre ha sido evaluada en profundidad.

2. Cantidad de cafeína

Una de las diferencias más claras está en la concentración de cafeína. Una taza de café filtrado suele contener entre 80 y 120 miligramos, mientras que una lata de bebida energética puede variar entre 70 y 200 miligramos, dependiendo de la marca. Aunque el contenido puede parecer similar, el café suele consumirse en un contexto más moderado, mientras que las bebidas energéticas, al estar frías y azucaradas, pueden ingerirse con mayor rapidez, lo que incrementa la probabilidad de un exceso en poco tiempo.

3. Efectos en el organismo

El café actúa principalmente como estimulante del sistema nervioso central, ayudando a reducir la sensación de cansancio y mejorando la concentración. Su efecto suele ser más progresivo y controlado. En cambio, las bebidas energéticas, al combinar cafeína con azúcares y otros compuestos, generan un aumento rápido de energía seguido en muchos casos de un descenso brusco conocido como “crash energético”. Este efecto rebote puede provocar más fatiga de la que había antes de consumirla.

4. Impacto en la salud a largo plazo

Diversos estudios señalan que el consumo moderado de café puede aportar beneficios, como la reducción del riesgo de enfermedades neurodegenerativas, una mejor función cognitiva y propiedades antioxidantes. El exceso, sin embargo, puede generar insomnio o problemas digestivos. Por su parte, las bebidas energéticas suelen estar más asociadas a efectos negativos, sobre todo cuando se consumen en exceso o mezcladas con alcohol. Se han reportado casos de aumento de la presión arterial, arritmias y problemas relacionados con la salud cardiovascular, lo que genera mayor preocupación médica en comparación con el café.

5. Azúcar y calorías

El café por sí mismo no aporta calorías significativas si se toma sin leche ni endulzantes. Esto lo convierte en una opción ligera y sin impacto en el peso corporal. Las bebidas energéticas, en cambio, suelen tener una alta concentración de azúcar, lo que se traduce en un aporte calórico considerable. Algunas marcas han lanzado versiones sin azúcar, pero incluso estas contienen edulcorantes artificiales cuyo consumo excesivo no está libre de debate en la comunidad científica.

6. Contexto social y cultural

El café forma parte de tradiciones culturales en todo el mundo. Tomar una taza suele estar vinculado a momentos de descanso, reuniones sociales o rituales diarios. Su consumo tiene una dimensión cultural que lo convierte en mucho más que una simple bebida estimulante. Las bebidas energéticas, en cambio, están ligadas a un perfil más comercial y a un público joven. Su promoción suele asociarse a actividades deportivas extremas, fiestas y vida nocturna, lo que refuerza su imagen como un producto de consumo rápido y ligado al ocio.

7. Regulación y percepción pública

La producción y consumo del café tienen siglos de historia y cuentan con estudios científicos extensos sobre sus efectos. Es una bebida regulada de manera más estable y aceptada en la mayoría de los contextos. En el caso de las bebidas energéticas, al ser relativamente recientes, han generado polémica por los posibles riesgos que conllevan. Varios países incluso han debatido la necesidad de restringir su venta a menores de edad, algo que no ocurre con el café. Esta diferencia en la percepción pública demuestra cómo se valoran de forma distinta en términos de seguridad y aceptación.